El desplazamiento actual del uso de los espacios urbanos define nuevos contextos políticos, nuevas plazas. Espacios no de alta política sino de política cotidiana. Una política de pactos y conflictos, de infraestructuras y parlamentos donde el ciudadano recupera un papel activo en la gestión de lo público.
Para ello el espacio tiene que alcanzar una doble dimensión. Por un lado una dimensión construida y física, que facilite los pactos y los disensos. Que explicite escenográficamente el uso de la ciudad a través del intercambio y la hibridación de estéticas. Una ciudad/plaza diseñada por y para la generación de procesos culturales, gestionada a través de procesos abiertos e interpelables. Con espacios de estancia, de discusión y mezcla.
Por otro lado las nuevas plazas requieren de una ingeniería prototípica, que se diseña a tiempo real a medida que se habita en los espacios. Procesos políticos de dar voz, y de escucharla. De construcción de asambleas y parlamentos que posibilitan la gestión del espacio a través de estructuras abiertas. Apertura de canales con esferas que hasta este momento parecían inalcanzables, mediando entre asociaciones, vecinos, instituciones, administración y empresas privadas.
Tanto la construcción de nuevas infraestructuras físicas donde situar los nuevos espacios de reunión, como el diseño de las estrategias de participación y gestión para implicar al mayor número de agentes cuando se va a tomar una decisión urbana, solo pueden aplicarse mediante estrategias que tienen en cuenta el tiempo de manera significativa. Mediante acciones progresivas y en permanente evolución, como objetos críticos que van pidiendo acción a medida que se necesita.