Urbanismos en beta

Una ciudad en permanente tránsito, hecha de caminos y aceras, calzadas y automóviles, trenes y viajeros, cables que portan mil y una conversaciones, infraestructuras y humanos que se relacionan como si no pudiera existir lo uno sin lo otro, como si la ciudad fuera tanto lo uno como lo otro. Espacios de solapamientos extraños, difíciles, a veces confusos, a veces sorprendentes.

¿Acaso sería posible pensar una ciudad como un laboratorio, como un espacio de experimentación permanente? ¿Cabría hablar de un urbanismo en beta?

Son muchas las posibles maneras de pensar la ciudad y queremos hacerlo trayendo al primer plano la heterogeneidad de entidades que pueblan nuestras ecologías urbanas. No queremos pensar la ciudad a través únicamente de sus infraestructuras o de sus personas, sino a través de la relación de unas con otras, como ensamblajes que se definen mutuamente y que en su relación generan posibilidades emergentes. Como sistemas experimentales.

Si pensamos la ciudad de esa manera entonces podemos comenzar a reconsiderar preguntas clásicas en nuevos términos: por ejemplo, ¿qué entidades son las que pueden reclamar el estatus de ciudadanía – sólo las personas?; ¿cuáles son los materiales con los cuales se fabrican sus derechos – acaso sólo mediante leyes?; y ¿qué prácticas son las que se necesitan para sostener la sofisticada ecología que les permite convivir a todos ellos?

Una ciudad en esos términos requiere de nuevos materiales con los que fabricar el tejido de lo urbano y nuevas prácticas de cuidado, en definitiva, un urbanismo diferente que sea capaz de rehabilitar una ciudad que ahora se encuentra en ruinas.