Una infraestructura abierta es aquélla cuyo ‘código’ (sus especificaciones técnicas, estándares, diseños, sistemas de producción) es abierto para que otras personas puedan aprender de él, puedan replicarlo o incluso contribuir a mejorarlo.
La apertura de las infraestructuras nos invita a repensar el mobiliario urbano: sus usos y capacidades, pero también sus potencialidades, cómo abrirlo y engarzarlo con otros equipos, otras personas, otros espacios, otras relaciones urbanas.
Abriendo el diseño de las infraestructuras que amueblan la ciudad abrimos, por tanto, la conceptualización misma de la urbe: qué usos pueden tener y queremos que tengan los espacios, qué queremos hacer con ellos; cómo queremos situarnos respecto de los objetos y tecnologías que pueblan la ciudad, respecto de su gobierno y gestión.
La apertura de las infraestructuras abre la conceptualización, los sistemas técnicos y las formas de hacer política en la ciudad.